visitas

martes, 9 de agosto de 2011

El dinero no hace la felicidad


Hace días que me viene rondando por la cabeza algo acaecido hace alrededor de 50 años, sí cinco lustros, trienio arriba trienio abajo, pero hoy quizás haya habido eso que algunos dirían confluencia no planetaria sino una conjunción de palabras las llamadas etiquetas para que tu blog sea encontrado en internet. Pues bien esas etiquetas serían: fiestas, amigos, Monturque, paga o propina y Brígida.
Fiestas, que  en este caso se trata de San Lorenzo patrón de Huesca y en aquel entonces tal vez la Cruz de Mayo o el Corpus Christi. Amigos los de ahora, que sustituyen, no, no sustituyen, porque eso es imposible simplemente han reemplazado en el tiempo a los de antes. La lástima es que el paso del tiempo haya borrado de la memoria los nombres aunque no las vivencias y espero que por su parte así sea. Aunque sí recuerdo que se debía de tratar del hijo del alcalde, el hijo del cabo de la Guardia Civil, el hijo de algún terrateniente tal vez. Éramos cuatro a lo sumo y sí, sé lo que estás pensando, los hijos de las fuerzas fácticas del pueblo y el sobrino de la maestra.
Monturque: el lugar de los hechos lo que hoy es el yacimiento arqueológico de Los Paseíllos y por aquel tiempo las magníficas cisternas romanas sólo eran “catacumbas”. He tenido que buscar en internet las fiestas locales para situar en el tiempo los hechos, que debieron acaecer allá por los meses  de mayo o junio  de la década, más bien principiada,  de los sesenta y porque los trigos aunque verdes ya estaban altos, al menos en comparación con nuestras estaturas.
A quién, en el ordenador,  no se le ha perdido un archivo al guardarlo. Pues bien al requerimiento de alguien: ¡Ay! no encuentro el archivo que acabo de guardar.  La respuesta lógica, como todo el mundo sabe, es abrirlo de  nuevo  y volverlo a guardar con la precaución de ver dónde lo envía. De repente me vino a la mente que tal vez no sea siempre así pues siendo las fiestas de Monturque a uno de estos amigos se le cayó una moneda por una vereda que bajaba por ese terraplén y rodaba y rodaba hasta que de repente desapareció de la vista de todos en el trigal.
¿Por dónde empezar a buscar? Eureka, a alguien se le ha ocurrido una idea: “Si tiramos una moneda seguro que rodará hasta donde esté la otra” sólo hay que seguirla con la vista fijamente y entre todos.  Las leyes de la gravedad, química, física cuántica, cuadratura del círculo y vasos comunicantes estaban a nuestro favor. Ya sólo queda buscar al voluntario que lleve y quiera poner el señuelo y he aquí cuando se cometen  dos errores en uno. El primero salir voluntario y el segundo… segundo y tal vez el más grave, que por eso puede que haya perdurado en la memoria, de las dos monedas que llevaba para todas las fiestas usar de libre la más gorda. ¡Una moneda de cinco duros de los de entonces! Eso es llevaba treinta pesetas que me habían dado como paga o propina para las fiestas. Para aquellos tiempos era muy pero que muy generosa paga. Haz la cuenta.  Hoy en día no hubiera pasado lo que sucedió, que creo que os estáis imaginando, porque los billetes no ruedan.
Pues bien, efectivamente, se volvió a cumplir la ley de Murphy. La moneda de veinticinco pesetas se fue justo, justo donde estaba  la otra; es decir allí donde están los objetos perdidos. Pero aprendes no sin antes quedarte con una cara de ¿?  Nosotros no usábamos entonces esa palabra pero la cara sí que se te quedaba, aprendes que si la moneda es más grande que la otra corre cuesta abajo muchísimo más. También aprendes a no poner la misma cara de ¿? Cuando te preguntan ¿cuánto dinero te queda del que te he dado?- aquí lo de la etiqueta Brígida- y respondes cinco pesetas, pensando que te van a restituir lo extraviado, bendita ingenuidad. “ese es el dinero para todas las fiestas no habértelo gastado el primer día.” Bien sabe Dios que de los otros días no tengo mal recuerdo, para que luego se diga que el dinero hace la felicidad.